Por Melinda Wenner Moyer – Publicado el 2 de octubre de 2010 en inglés en el blog PLOS.
Siempre he sido una gran seguidora de la columna Skeptic de Michael Shermer en Scientific American, pero tengo que decir que este mes que he quedado decepcionada. En su artículo*, titulado “¿Me escuchas ahora? La física demuestra que los teléfonos móviles no pueden causar cáncer,” Shermer sostiene que es “virtualmente imposible” que los teléfonos móviles provoquen cáncer porque “no emiten suficiente energía para romper las uniones moleculares dentro de las células”. Aunque este último argumento puede ser verdad (no se cree que la radiación que emiten los teléfonos móviles sea suficientemente potente para romper directamente las moléculas de ADN), no es justo ni científico emplear esto como prueba de que los teléfonos móviles no causen cáncer. El asunto es mucho más complejo que eso.
*Actualizado el 4/10/2010: el artículo de Shermer se acaba de publicar en línea.
Los biólogos asumieron un día que las mutaciones eran responsables de la mayoría de enfermedades; ahora sabemos que las variaciones genéticas (y epigenéticas) más sutiles pueden desempeñar un papel incluso mayor. Muchos científicos pensaban también que el “ADN basura” no cumplía ninguna función, pero ahora se llevan a cabo estudios que sugieren que, de hecho, el ADN sin código es responsable en muchos aspectos de la regulación genética; una vez rechazadas como basura, algunas moléculas de ARN podrían manejar todo el cotarro. La genética, amigos míos, no es simple, y en ese sentido, el cáncer tampoco. A pesar de las décadas de investigación, los científicos aún no han descubierto todas las formas en las que el cáncer se puede desencadenar. Así que anunciar al mundo nada menos que en una revista seria como Scientific American que algo definitivamente no causa cáncer simplemente porque no puede romper el ADN parece algo muy irresponsable.
Probablemente os estéis preguntando: entonces, ¿cómo podrían causar cáncer los teléfonos móviles? El cáncer se desarrolla cuando el ciclo celular se daña y las células empiezan a multiplicarse cuando no deberían. Teniendo en cuenta que se cree que hay cientos de genes involucrados en el ciclo celular (y que puede que un número aún sin identificar de secuencias no codificantes de proteínas los regulen) existe un número potencial de factores que deben tenerse en cuenta. Los genes de ciclo celular pueden verse interrumpidos por una mutación o una rotura del AND, por supuesto, pero los problemas también pueden surgir cuando, por ejemplo, algo causa que un gen supresor de tumores como el p53 (que nos protege del cáncer) se desregule, quizás provocado por una modificación postraduccional o un cambio en la estructura de la cromatina. O algo en el ambiente hace que la expresión de un gen que fomenta el crecimiento se dispare, haciendo que una célula prolifere anormalmente. Las influencias ambientales también podrían interrumpir la maquinaria de reparación del ADN, ya que esto permitiría roturas del ADN que surgirían como resultado de algún otro proceso que quedarían sin reparar. Si los teléfonos móviles causaran algo de esto, podrían incrementar fácilmente el riesgo de cáncer, pero hay toda una clase de posibilidades que Shermer ignora cuando concluye al final de su columna que “es imposible que los teléfonos móviles dañen el cerebro”. Parece que para él solo existe una causa del cáncer, que son las roturas directas del ADN, pero esto simplemente no es cierto.
Así que, ¿hay alguna prueba de que los teléfonos móviles puedan hacer todo lo que he mencionado? Pues sí. Un gran número de estudios, incluyendo uno publicado en 2005 en Environmental Health Perspectives y otro publicado en Bioelectromagetics, informan de que la radiación de los teléfonos móviles afecta a la conformación de la cromatina, que perjudica directamente a la expresión genética y podría, por tanto, afectar al ciclo celular. Estos estudios también han descubierto que las células expuestas a la radiación de los teléfonos móviles producen menos cantidad de una proteína compleja llamada 53BP1, la cual parece participar en la reparación del ADN. Además, una investigación publicada por investigadores de la Universidad de Washington en los 90 descubrió que la radiación de los teléfonos móviles provoca roturas del ADN en células del cerebro en ratas (algo que Shermer no comenta en su artículo, a pesar de que contradice directamente sus afirmaciones). Los autores especularon con que la radiación estaba probablemente interrumpiendo el proceso de reparación del ADN. (Además: entrevisté a uno de estos investigadores, Henry Lai, para mi <a href="http://www.ncbi Continued.nlm.nih.gov/pubmed/8627134″ target=»_blank»>artículo de 2008 acerca de los teléfonos móviles en la revista canadiense The Walrus magazine; después de que publicara este estudio, un grupo consultivo científico creado por la organización que representa a la industria inalámbrica envió una carta al presidente de la Universidad de Washington exigiendo que le despidieran a él y a su coautor. No fueron despedidos).
Es arriesgado concluir en estos estudios que los teléfonos móviles causen cáncer, por supuesto, y no tengo intención de hacerlo. Tampoco voy a insistir en el embrollo de los datos epidemiológicos sobre el tema, pero si sentís curiosidad, podéis leer más acerca de ello en mi artículo de Walrus y otro artículo relacionado que escribí para Scientific American en 2008. Lo que quiero mostrar aquí no es que los teléfonos móviles sean mortales, sino que en su columna, Shermer hace un flaco favor a sus lectores al concluir injustamente que los teléfonos móviles deben ser seguros porque no causan directamente roturas del ADN. La ciencia, y en especial la biología, rara vez son tan concretas.
Referencias:
Belyaev IY, Markovà E, Hillert L, Malmgren LO, & Persson BR (2009). Microwaves from UMTS/GSM mobile phones induce long-lasting inhibition of 53BP1/gamma-H2AX DNA repair foci in human lymphocytes. Bioelectromagnetics, 30 (2), 129-41 PMID: 18839414
Belyaev, I., Hillert, L., Protopopova, M., Tamm, C., Malmgren, L., Persson, B., Selivanova, G., & Harms-Ringdahl, M. (2005). 915 MHz microwaves and 50 Hz magnetic field affect chromatin conformation and 53BP1 foci in human lymphocytes from hypersensitive and healthy persons Bioelectromagnetics, 26 (3), 173-184 DOI: 10.1002/bem.20103
Wang, B. (2002). 53BP1, a Mediator of the DNA Damage Checkpoint Science, 298 (5597), 1435-1438 DOI: 10.1126/science.1076182
LAI, H. (1996). Single-and double-strand DNA breaks in rat brain cells after acute exposure to radiofrequency electromagnetic radiation International Journal of Radiation Biology, 69 (4), 513-521 DOI: 10.1080/095530096145814
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